De estar en la cárcel, a ser árbitro en el Mundial de Clubes
El esloveno posee un pasado controvertido y ahora vuelve a estar en el centro de la escena al ser designado para un partido clave del Mundial de Clubes.


Mientras Rayados de Monterrey y River Plate se preparan para su próximo compromiso en el Mundial de Clubes, el próximo sábado, el nombre del árbitro designado para el encuentro comenzó a levantar ruido fuera del campo. Se trata de Slavko Vincic, un experimentado juez esloveno que carga sobre sus hombros una historia llamativa que en cada gran torneo vuelve a resurgir: su vinculación con un operativo antidrogas en Europa.
En 2020, Vincic fue arrestado brevemente en Bosnia durante una intervención policial en una finca rural donde se investigaban redes de narcotráfico, posesión de armas ilegales. Aunque las autoridades nunca lo acusaron formalmente y fue liberado tras declarar como testigo, su presencia en el lugar fue suficiente para ponerlo en el foco mediático durante semanas.
Su testimonio fue aceptado y no se presentaron cargos en su contra. Sin embargo, el episodio dejó una marca difícil de borrar para la opinión pública.
“No tengo nada que ver con eso. Acepté una invitación para almorzar, que resultó ser mi mayor error. Me arrepiento de ello. Estaba sentado en una mesa con mi compañía, de repente vino la Policía y sucedió lo que sucedió”, comentó Vincic en ese entonces.
Lejos de ser apartado de los grandes escenarios, Vincic recibió el respaldo de la UEFA, la FIFA y la Federación de Fútbol de Eslovenia, que calificó lo ocurrido como un “malentendido” y continuó designándolo en competencias internacionales. “Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado”, fue la explicación que acompañó su defensa.
Desde entonces, ha arbitrado partidos en Champions League, Eurocopa y competiciones clasificatorias para mundiales. Ahora, su designación para un partido de River en el Mundial de Clubes vuelven a poner el foco sobre él.
A sus 44 años, el árbitro nacido en Maribor representa la élite del arbitraje europeo en términos técnicos. Pero también encarna el dilema que cada tanto vuelve a cuestionar al fútbol global: la delgada línea entre la reputación personal y la confianza institucional.

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